Uno de los mayores inconvenientes a los que se están enfrentado los consumidores en los últimos años, es la falta de crédito para poder realizar compras de importes relativamente elevados. Al igual que ha sucedido en el mundo de la empresa, las instituciones financieras se muestran reacias a ofrecer financiación.
En el caso de las economías familiares, ello ha repercutido en el momento de afrontar distintos gastos, bien porque no podían “estirar” más la tarjeta de crédito, bien porque el banco ni siquiera las concedía.
No obstante, y aunque suene a contradicción, determinadas
entidades han impulsado las denominadas “tarjetas comercio”. Básicamente se
tratan de tarjetas bancarias (la suele promocionar la propia entidad) que pueden usarse en establecimientos con cuenta
en la misma entidad, y que ofrecían la posibilidad de fraccionar los pagos.
Por parte del negocio, principalmente empresas pequeñas
dedicadas al comercio, se consigue publicidad entre los clientes, ya que al
tratarse de iniciativas habitualmente locales, es muchas ocasiones en las
propias oficinas aparecen un listado de los comercios en los que es posible
pagar con estas tarjetas. Además posibilita que los clientes puedan realizar
compras a crédito en los distintos negocios sin que el empresario asuma ningún
riesgo respecto a los pagos.
Por su parte, el banco o caja puede aportar un argumento más
para fidelizar a clientes, a nivel individual como empresas, ya que será
imprescindible que los comercios cuenten con datáfonos de la entidad.
Por tanto, aunque en principio es una medida de impacto
limitado al tratarse de tarjetas enfocadas al ámbito local, puede resultar una
razón más para potenciar el consumo, sobre todo en estos momentos en que
todavía están en el horizonte las últimas compras navideñas y las rebajas.
Los
consumidores pueden valorar de forma muy positiva la opción de realizar compras
en su propia ciudad gracias a estas facilidades de crédito, algo de lo que a
buen seguro, nuestro negocio se beneficiará.